Un agricultor francés, exasperado por la presencia de un campamento romaní ilegal en sus tierras, encontró una forma singular y eficaz de erradicarlo: roció la zona con excrementos animales. El hedor alcanzó niveles insoportables y obligó a los ocupantes a abandonar el lugar en cuestión de días. La noticia, publicada por el Daily Mail, circuló por los medios internacionales, provocando un acalorado debate público. Algunos lo califican de ingenioso y de legítima defensa, mientras que otros denuncian la inhumanidad del acto. Pero lo que para algunos es una protesta brillante y legítima, para otros es un ejemplo de degradación civil y social.
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La historia comienza cuando un grupo de nómadas pertenecientes a la comunidad romaní se instala sin autorización en una granja en la región francesa de Occitania. El agricultor, que ya había vivido incidentes similares, decide no contactar con la policía y opta por una solución más natural. Carga sus vehículos agrícolas con purines y los rocía alrededor del perímetro y las zonas adyacentes del campamento ilegal. En cuestión de horas, el aire se vuelve irrespirable. Los ocupantes ya no pueden quedarse. Según los vecinos, el hedor era tan fuerte que llegaba incluso a las casas más alejadas.
El hombre, cuya identidad no se ha revelado por razones legales, declaró que su objetivo no era ofender, sino simplemente "recuperar lo que es suyo". El método, aunque cuestionable, técnicamente no infringe ninguna normativa: dado que se esparcieron desechos animales en tierras agrícolas, la acción se consideró legal. De este modo, el agricultor aprovechó una zona gris de la normativa para convertir el fertilizante en una forma de defensa propia. "No toqué a nadie, no lastimé a nadie", habría confesado a sus amigos, según algunos medios locales.
Esta no es la primera vez en Francia que se utiliza estiércol para desalojar a ocupantes ilegales. En 2015, en Haubourdin, cerca de Lille, un alcalde esparció toneladas de aguas residuales cerca de un campamento romaní para obligarlos a desalojarlos. Las imágenes también causaron revuelo y avivaron el conflicto político. Se han documentado acciones similares en otras zonas rurales del país, donde la convivencia entre comunidades agrícolas y grupos nómadas suele ser tensa. Grupos de derechos humanos siguen denunciando estas prácticas como inhumanas y discriminatorias.
El gesto ha polarizado los comentarios en línea. En TikTok y Facebook, decenas de videos y publicaciones han reiterado la noticia, algunos aplaudiendo la valentía del agricultor y otros llamándola "limpieza étnica con estiércol". Algunos usuarios lo llaman "genio rural", mientras que otros exigen que las autoridades intervengan y sancionen un comportamiento que, si bien legal, consideran moralmente inaceptable. Mientras tanto, en los programas de entrevistas franceses, se reaviva el debate entre seguridad y derechos, entre propiedad privada y solidaridad social.
El caso pone de manifiesto una deficiencia del sistema jurídico y social francés. Mientras los agricultores exigen protección para su trabajo y sus tierras, las comunidades romaníes, a menudo marginadas, se quejan de la falta de alternativas y la discriminación sistémica. La falta de mediación institucional da pie a soluciones individuales, a menudo extremas, como el estiércol. El riesgo es que se estandaricen métodos que eluden el diálogo y la legalidad formal en nombre de un sistema de justicia "autogestionado".