Puede parecer la trama de una película apocalíptica, pero es una teoría discutida científicamente. Un maremoto tan alto como un rascacielos podría golpear la costa este de Estados Unidos, desde Nueva York hasta Miami, causando daños incalculables. La alarma la dio un geólogo, basándose en simulaciones relacionadas con el posible colapso del volcán Cumbre Vieja, en la isla de La Palma. La idea divide a la comunidad científica, pero plantea una pregunta inquietante: ¿Qué pasaría realmente si la enorme masa volcánica se derrumbara en el océano?
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La hipótesis surge de un estudio publicado en 2001 por los geólogos Steven N. Ward y Simon Day. Según su teoría, una futura erupción podría provocar el desprendimiento del flanco occidental del volcán, provocando un deslizamiento de cientos de kilómetros cúbicos de material. El derrumbe al mar provocaría una ola gigante de proporciones sin precedentes: de hasta 300 metros de altura en la fase inicial.
El fenómeno no es del todo inédito en la historia geológica.Se han documentado olas similares en el pasado. El megatsunami de 1958 en la bahía de Lituya, Alaska, fue causado por un deslizamiento de tierra y alcanzó una altura récord de 524 metros.
Las simulaciones muestran un escenario extremo. La ola cruzaría el Atlántico a 700 kilómetros por hora y alcanzaría las costas orientales entre seis y nueve horas después del evento. Nueva York, Boston, Charleston, Miami: todas ciudades en trayectoria potencial. Los fenómenos meteorológicos extremos y los desastres naturales afectan cada vez más a las zonas turísticas. La tragedia ocurrió en Petra, donde madre e hijo perdieron la vida en una inundación De repente, lo demuestra..
El Servicio Geológico de Estados Unidos considera improbable que un colapso de ese calibre se produzca en un único acontecimiento repentino. Según los expertos, los deslizamientos volcánicos de este tamaño se desarrollan en etapas, lo que dificulta la formación de una ola oceánica de gran escala. Otros investigadores lo confirman: el riesgo existe, pero el peor escenario se considera extremadamente remoto.
Las olas del tsunami viajan a velocidades muy altas en mar abierto, superando a veces los 800 km/h. A medida que aumenta la profundidad del mar, son casi invisibles, pero se vuelven destructivos tan pronto como tocan las aguas costeras poco profundas. El fenómeno de la formación de bancos de arena, es decir, el ascenso de la ola cerca de la orilla, es lo que transforma una oscilación marina en un muro de agua capaz de arrasar ciudades enteras.
Además de La Palma, se monitorizan otras islas volcánicas por posibles deslizamientos marinos. Entre ellos, Hawaii y las islas Aleutianas. Estudios geológicos indican que en el pasado también hubo deslizamientos submarinos capaces de generar olas gigantes. Uno de los casos más conocidos es el deslizamiento de tierra de Storegga en el Mar del Norte, ocurrido hace unos 8.000 años. La ola golpeó Escocia e inundó gran parte de la región ahora sumergida conocida como Doggerland.
Estados Unidos cuenta con una extensa red de monitoreo operada por la NOAA y el NTWC. Los sensores submarinos y las boyas DART detectan cambios anómalos del nivel del mar en tiempo real. Las autoridades pueden emitir alertas inmediatas por radio, teléfono móvil y web. En caso de riesgo real, las evacuaciones pueden activarse en cuestión de minutos. Sin embargo, el escenario planteado por los estudios en La Palma tendría un plazo ajustado: las costas atlánticas tendrían entre 6 y 9 horas para reaccionar.
En Taiwán, por ejemplo, una Un pez raro de aguas profundas conocido por anunciar terremotos y tsunamis.. Según la creencia popular y algunas observaciones, la aparición del pez remo en la superficie estaría vinculada a eventos sísmicos inminentes. No existe confirmación científica, pero los avistamientos se registran cuidadosamente.
Los tsunamis más conocidos son generados por terremotos. Están muy extendidas, pero por lo general no superan los 10-15 metros de altura. Las ondas de deslizamiento volcánico, por otro lado, son más localizadas pero potencialmente mucho más altas.
Su imprevisibilidad y fuerza destructiva los convierten en unos de los más temidos por los expertos.. La ausencia de señales claras de advertencia y la velocidad del evento reducen los márgenes de intervención.