El 13 de julio se registró la aproximación de un asteroide no identificado hasta ahora, cuyo tamaño es de aproximadamente 30 metros, el doble que el meteorito que explotó en 2013 en los cielos de Chelyabinsk, en Rusia. El asteroide tiene nombre: 2023 NT1. Este objeto se acercó a contraluz, es decir, desde el lado del Sol, y alcanzó una distancia de 100.000 km, menos de un tercio de la distancia a la Luna. La objeción es que de esta manera es imposible identificar el objeto de antemano con los sistemas de detección existentes. El jefe de la oficina de Defensa Planetaria de la Agencia Espacial Europea, Richard Moissl, dijo a ANSA que en ese momento "era simplemente imposible detectar 2023 NT1 antes de su aproximación a nuestro planeta".
Richard añadió que, para evitar experimentar aproximaciones de objetos tan peligrosos para la Tierra en el futuro, está previsto en 2030 el lanzamiento del cazaasteroides europeo Neomir, capaz de observar también hacia el Sol y detectar la débil sombra de los asteroides entrantes. La Agencia Espacial Europea vigilará constantemente su dirección y posibilidades de impacto. Se supone que en 2044 la probabilidad de que esto suceda será de 1 entre 2 millones.
Descubrimos así que la invasión de 2023 NT1 nos ha puesto a prueba y es un recordatorio del gran peligro que pueden representar los objetos que provienen de la dirección del Sol. Por ahora, gracias al proyecto Neomir de la Agencia Espacial Europea, podemos contrarrestarlos limitando o previniendo los riesgos a los que podrían conducirnos.